Un estudio reivindica la figura del catedrático de Física Teórica y Experimental de la UGR José Domingo Quílez
- En 1936 fue declarado «elemento peligroso para la Causa Nacional», cesado como profesor de la UGR y como meteorólogo del Servicio Meteorológico Español, e «inhabilitado para el desempeño de cargos directivos y de confian¬za en instituciones culturales y de enseñanza»
Los profesores de la Universidad de Granada (UGR) Roque Hidalgo, Carmen Valdivia e Inmaculada Domínguez, junto con Carmen Morente (Grupo de Estudios de Historia Actual de la Universidad de Cádiz), Olalla Olea (École Polytechnique Fédérale de Lausanne) y Joaquim Sales (Universidad de Barcelona), se han sumergido en las primeras décadas del siglo XX siguiendo los pasos de José Domingo Quílez (Calatayud, 1903 – Toulouse, 1939), que fue catedrático de Física Teórica y Experimental de la UGR.
Se trata de un emocionante viaje por los inicios del desarrollo de la investigación científica en nuestro país y sus protagonistas, un trabajo que ha sido publicado recientemente en la Revista de la Sociedad Española de Historia de las Ciencias y de las Técnicas.
Durante esta época se crea la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE), presidida por el Nobel Ramón y Cajal, que concedió unas 2000 ayudas para la realización de estancias en instituciones extranjeras, y un sistema de cátedras que permitió la descentralización de la ciencia (de Madrid hacia la periferia) y una notable movilidad del profesorado.
José Domingo Quílez ingresó por oposición en el Servicio Meteorológico Español (SME) en 1921, a los 18 años, recién acabado el bachillerato en el Instituto de Zaragoza. Prestó primero servicio en el Observatorio de Madrid, trasladándose después al de Granada (Aeródromo de Armilla), y al del Ebro. Paralelamente realizó sus estudios universitarios: los dos primeros cursos (1921-1923) en la UGR y los siguientes en la Universidad de Zaragoza, donde obtuvo el título de Licenciado en Ciencias (Sección Físicas) en 1926 con la calificación de sobresaliente y premio extraordinario.
Defendió su tesis titulada «La turbulencia atmosférica y la evaporación de las grandes masas de agua» en la Universidad de Madrid (única en España donde se podían defender tesis doctorales) en marzo de 1932. Seguidamente, en abril de 1933, consigue por oposición, la Cátedra de Física Teórica y Experimental de la Universidad de Sevilla, y el mes siguiente se incorpora a la Universidad de Granada, donde había quedado vacante una plaza.
- Compromiso con la modernización de la UGR
Desde su llegada a la UGR, recién cumplidos los 30 años, José Domingo Quílez muestra un compromiso con la modernización de la institución y de la sociedad que se materializa en una intensa actividad. Es nombrado Secretario de la Facultad de Ciencias el mismo mes de su incorporación a la UGR, y del Patronato de la UGR a partir del curso siguiente, y promueve la creación de un laboratorio de investigación en la Facultad de Ciencias.
Publica once artículos sobre meteorología, cinco de ellos en los Anales de la Sociedad Española de Meteorología, cinco en el boletín de Confederación Sindical Hidrográfica del Ebro y otro en los Anales de la Sociedad Española de Física y Química, donde también publica uno sobre el desplazamiento al rojo de las galaxias espirales, y atraído por los avances de la física sub-nuclear, uno más sobre los «Últimos descubrimientos de la Física», este en el Boletín de la UGR. Pronunció el discurso de apertura del curso académico 1934-1935, «Estructura, Expansión y Evolución del Universo», publicando un libro homónimo, destinado al público en general y difundió, en las reuniones locales de la Sociedad de Física y Química, los resultados fundamentales que se estaban produciendo en Cosmología y en Física, teórica y experimental.
Solicitó tres ayudas a la JAE para realizar estancias de investigación, una de ella con Enrico Fermi (no se las concedieron). Instó a que se enseñase en las aulas y se incluyese en los libros de texto la «nueva física», la física de las pequeñas y de las grandes dimensiones. Su biblioteca era famosa por la gran cantidad de volúmenes, en varios idiomas (alemán, castellano, francés e inglés), que contenía, es probable que alguno de estos libros se encuentren actualmente en la Biblioteca de la Facultad de Ciencias, donde hemos encontrado dos con anotaciones manuscritas suyas.
Su compromiso social le llevó a militar en Izquierda Republicana, siendo elegido vocal de la Junta Directiva (sección de Granada) en marzo de 1935, cuando como presidente resultó elegido el también catedrático de la Facultad de Ciencias, Jesús Yoldi Bereau. El profesor Yoldi fue fusilado por los golpistas mientras Domingo Quílez se encontraba fuera de Granada, en julio del 36, hecho que probablemente le salvó la vida. José Domingo Quílez fue declarado «elemento peligroso para la Causa Nacional», cesado como profesor de la UGR y como meteorólogo del SME, e «inhabilitado para el desempeño de cargos directivos y de confianza en instituciones culturales y de enseñanza». Todos sus bienes fueron confiscados.
En 1937, fiel a su compromiso con la II República, se incorporó como profesor asociado a la Universidad Autónoma de Barcelona (en aquella época así se llamó la Universidad de Barcelona). Impartía clases en el edificio de la Plaza Universidad y vivía muy cerca de allí (Les Cortes n. 566, entlo. 2) con su mujer Raquel Lion Miranda, que tenía entonces 27 años, y sus dos hijas Raquel y Cristina, de 3 y 1 año. En Barcelona nació su tercera hija, Sara. El 20 de febrero de 1938 la Gaceta de la República publica una lista con los reingresos al servicio de muchos catedráticos depurados por los golpistas, entre ellos, José Domingo Quílez.
Estuvo en Barcelona hasta la caída de la ciudad y firmó, junto con varios profesores, un artículo que publicó La Vanguardia el 10 de enero de 1939, solicitando el apoyo internacional tras los repetidos bombardeos aéreos a la universidad:
«…Denunciamos el último crimen cometido contra la cultura en nuestro país, por aviones de países que han expulsado de su seno a la cultura y a los hombres de ciencia.
Os pedimos que hagáis pesar en el mundo vuestra autoridad moral para que crímenes así no se repitan. Nosotros, fieles al deber, continuaremos nuestra obra. Tenemos encomendada la tarea de mantener vivo el rescoldo cultural de nuestro país, bajo el azote de la guerra, y de guardarlo inextinguible para nuestra juventud que hoy lucha y para la España de mañana. No la interrumpiremos por ningún motivo…»
Murió en Toulouse a causa de la diabetes que padecía y allí fue enterrado el 24 de abril de 1939. El 7 de marzo de 1941 su viuda, Raquel Lion, contestaba así al Tribunal de Responsabilidades Políticas de Granada:
«… y que a este nueva cita perentoria no puede contestar y rebatir unos cargos que no conoce, restándole solo afirmar solemnemente que su difunto esposo D. José Domingo Quilez era un hombre honradísimo, catedrático ilustrado de la Universidad de Granada y que su fallecimiento dejó en el mayor desamparo a su viuda y a tres hijas muy menores de edad sin bienes ni recursos de ninguna clase.
Espero que todas estas circunstancias muevan a piedad a ese alto tribunal, ante la angustiosa situación en que se encuentra esta pobre familia.»
Los profesores de la Facultad de Ciencias de la UGR, Juan Tercedor Díaz, Victoriano Martín Vivaldi y Gonzalo Gallas Novás (decano) testificaron a su favor, finalmente el Tribunal le impondría una multa a la viuda.
En los archivos de la UGR encontramos dos cartas fechadas el 28 de marzo de 1977 en las que el profesor de la UB Lluis Solé i Sabarís intercede para que Raquel Lion, que se encuentra en una situación económica difícil, pueda cobrar los atrasos de su pensión de viudedad.
“Los mejores investigadores y profesores murieron o se exiliaron, sus plazas fueron ocupadas por adeptos a la dictadura. Es difícil imaginar cómo serían hoy nuestras universidades si se hubiesen podido construir sobre el legado de profesores de la talla de José Domingo Quílez. La dictadura lo impidió”, destacan los autores de este trabajo.