Un paseo por la tele

Interesante entrega de Salvados sobre un seísmo social de efectos comparables a los del caballo y la farlopa en los años 80. No es una exageración. Las redes sociales tienen un factor adictivo muy superior, en cantidad e intensidad, a los de la heroína y la cocaína y no se les presta atención hasta que aparecen el acoso, la agresión, la enfermedad, la ruina económica o un cadáver, hasta que en los pasillos de los hogares y los centros escolares aparecen zombis vagamente conocidos, familiares. Entonces es tarde, demasiado tarde.

Por la mañana, en el tranvía, al menos dos bebés en el carrito manejaban los móviles de papá y mamá con destreza inapropiada. Uno de los carritos disponía de soporte para el móvil. Los progenitores exponen a sus hijas e hijos a la misma adicción que ellos mismos, sin identificarla, padecen. Son los adultos quienes ponen el bebé al alcance del camello para que, anestesiado el menor, puedan ellos disponer de la tranquilidad necesaria para contemplar con desgana el monótono paisaje urbano que desfila por el exterior del vagón.

A mediodía, el telediario de la misma cadena habla del problema de salud mental que afecta cada día a más ciudadanos. A continuación, los deportes de Pedrerol permiten recoger la mesa en los 10/15 minutos de tutifruti que ofrece antes de hablar de deporte, todo ello en formato YouTube: refrito de motor, boberías deportivas y retos virales que imita la audiencia para generar contenido en sus redes sociales, como el muerto en el puente de Talavera de la Reina. Intercalada, promo de la tertulia del Chiringuito entre las bufonadas y la crispación.

Por la noche, una ración de El Intermedio habla de esa realidad que amenaza y destruye el presente y la esperanza de infancia y juventud. Como en los 80 con la coca, el pico, el porro y el alcohol, los afectados desoyen la voz de la experiencia y, presas de adicción severa al smartphone, esgrimen el viejuno e irresponsable “paso de todo, tío”. Al final, un zapeo a La Resistencia lleva al acertado momento en el que Paz Vega cuestiona la banal pregunta de Broncano, “¿Eres más machista o más racista?”, normalizadora el machismo y el racismo.

La segunda entrega de “Redes sociales: la fábrica del terror” ha mostrado, a quien la haya querido ver, un compendio de los efectos de la droga digital a la que se he enganchado la inmensa mayoría de la población, sin distingos de edad, sexo, raza, clase social, educación, cultura o cualquier otra variable. El uso del término global no alude en exclusiva al espacio físico que ocupa, sino al total de la humanidad, a la aldea global: la educación, la cultura, la economía y la ideología son ya globales. Como dios para Nietzsche, el individuo ha muerto.

Que a nadie extrañe si, a pesar de las evidencias, la sociedad opta por seguir enganchada a los datos del móvil, con la voluntad disipada y la aguja hincada en la vena. Esta sociedad no superará los síndromes de abstinencia del alcohol, el tabaco, el CO2 y otras sustancias mientras la ideología conservadora defienda a los camellos con el argumento suicida de la altísima rentabilidad para las multinacionales que controlan los mercados de la adicción y la abstinencia. Dijeron en Google: «Si no estás pagando por el producto, tú eres el producto».

En el debate posterior sorprenden gratamente la inusual educación mostrada por tertulianos y tertulianas, el respeto al turno de palabra y el tono de voz comedido y sosegado. Rara avis. De madrugada, la publicidad interrumpe el debate como jarro de agua fría con droga blanda de apuestas y casinos online, uno tras otro: ludopatía en vena. Surge la duda de si Gonzo ha tratado dos pruebas de la connivencia entre el poder público y el interés privado: las cookies y la ubicación. El último que apague la luz y cierre la puerta. ¿A dormir? ¡Pufff!

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