¡Vacúnate como puedas!
«A través del tiempo y en las civilizaciones más antiguas, el papel del anciano en la sociedad ha sido de una importancia vital para el progreso de la misma, manteniendo unos valores que hacen más fuerte la convivencia y el respeto entre todos». Así comenzaba su carta dirigida al director del diario el País, José Ramón Talero, el 15 de enero de 2013. Ocho años después y a la luz de lo que estamos viviendo en esta distopía de la pandemia, no sé si semejante reflexión se sostendría, a viendo los desaguisados de los que hemos hecho víctimas a nuestros mayores, pero no me cabe la menor duda, de que uno de los grandes fracasos de esta pesadilla en la que llevamos sumergidos un año, ha sido el trato que les hemos dado.
En la primera ola de la pandemia murieron por miles. Sin el derecho a ser trasladados a hospitales, en soledad, sin sus seres queridos, con sus restos trasladados a crematorios a centenares de kilómetros de sus residencias, sin que sus familiares tuvieran noticias de su paradero … como una nota a pie de página, casi sin identidad.
Es verdaderamente inaceptable que en nuestra sociedad no se tome conciencia de la protección a este grupo de personas que tantos beneficios nos han proporcionado y que permitieron con su trabajo y esfuerzo que hoy podamos disfrutar de la libertad y el desarrollo en que vivimos.
La dramática situación que nos ha tocado sufrir, nos ha revelado cuán descuidados estaban nuestros mayores; que no son un grupo abstracto, sino padres y madres, abuelos y abuelas, tíos y tías. Es decir, quienes sufrieron las consecuencias de la Guerra Civil, de la Segunda Guerra Mundial, y de sucesivas crisis y recesiones económicas, sacrificándose sin límite para dejarnos una sociedad mejor.
Tenemos que reconocer que los hemos abandonado a su suerte; precisamente, en el momento en el que ellos más nos necesitaban. Solos en sus hogares, hacinados en residencias privadas y públicas, no han recibido ni el afecto, ni la asistencia sanitaria que todo ser humano merece, y que ellos nunca nos negaron.
Quien más, quien menos pensábamos, que una vez superado el momento de máxima crisis, tendríamos la gran oportunidad para mostrarles la deuda contraída con ellos. Muchas declaraciones grandilocuentes, muchos golpes de pecho, pero a la hora de la verdad, nada de nada.
Y ahora, cuando estamos a punto de alcanzar a la orilla y con las vacunas llegando a nuestros frigoríficos, nos enteramos que nuestros mayores tendrán que desplazarse para recibirlas a otros municipios fuera de sus lugares de residencia. Da igual la edad que tengan, sus posibilidades de movilidad, o su capacidad económica. Todo parece serle indiferente a un gobierno andaluz, más pendiente de la foto de las vacunaciones masivas en los grandes estadios, que en pensar en quienes tienen muy difícil, cuando no imposible, tener que desplazarse fuera de sus pueblos, para recibir la imprescindible vacuna, algo de todo punto impresentable en una provincia con más de 300 centros de atención primaria, que ofrecerían una capilaridad espectacular para vacunar sobradamente a toda su población, sí la mayoría de ellos no estuvieran cerrados a cal y canto y contaran con el personal necesario.
Cuando a nuestros gobernantes se les llena la boca con aquello de la «España vaciada», decisiones como esta demuestran hasta que punto, la falta de empatía de nuestros gobernantes, con nuestros mayores y nuestros pueblos más pequeños, es una realidad incuestionable.
Como esta semana denunciaba la ex consejera de asuntos sociales, María José Sánchez Rubio, esta situación no solo es un agravio a los pueblos pequeños en los que habitan muchas personas de avanzada edad, sino que además se trata de una enorme falta de sensibilidad, al no tener en cuenta que gran parte de los mayores carecen de recursos propios para desplazarse a la zona indicada por las autoridades sanitarias, por no hablar de que muchos de ellos sufren patologías o circunstancias concretas que hacen aún más dificultoso el traslado.
Resulta incomprensible que tras recibir casi 2000 millones de euros de fondos COVID del Gobierno, Moreno Bonilla no haya contratado a más sanitarios, ni rastreadores, ni haya puesto en marcha sistemas móviles de vacunación, como han hecho otras comunidades, para evitar estos desplazamientos de nuestros mayores a los centros establecidos en las cabeceras de sus comarcas ¿En qué se ha gastado semejante millonada si en nada ha repercutido en la sanidad pública?
Visto lo visto convendría que todos recordáramos aquel dicho de: “Hijo eres y padre serás; cual hicieres, tal habrás”.