Verdades y certezas sobre la inclusión educativa
En el artículo anterior, les expuse los datos y las dudas acerca de la inclusión educativa y los colegios de Educación Especial, uno de los puntos calientes de la Ley Celaá. Quisiera a través de este artículo, contarles mi experiencia profesional y personal sobre la inclusión.
Creo que es conveniente que empecemos definiendo la inclusión educativa. Me valgo para ello de la definición que la UNESCO da al respecto: “La inclusión se ve como el proceso de identificar y responder a la diversidad de las necesidades de todos los estudiantes a través de la mayor participación en el aprendizaje, las culturas y las comunidades, y reduciendo la exclusión en la educación. Involucra cambios y modificaciones en contenidos, aproximaciones, estructuras y estrategias, con una visión común que incluye a todos los niños/as del rango de edad apropiado y la convicción de que es la responsabilidad del sistema regular, educar a todos los niños/as”.
Llevo diecinueve años trabajando en un colegio concertado que fue pionero en la inclusión educativa en Andalucía, donde en los años 80, mis compañeros y compañeras, la mayoría ya jubilados, fueron unos auténticos quijotes educativos al apostar por la escuela inclusiva cuando eso era, como la mayoría de las ideas del famoso hidalgo manchego, una locura muy cuerda. Durante todos estos años he aprendido tanto de mis compañeros/as, mi alumnado y sus familias, que han moldeado mi forma de ser como docente y como persona. Así pues, vivencio, creo y defenderé la educación inclusiva allá donde sea necesario, aunque recuerden que, como les comenté el lunes pasado, no siempre es posible la inclusión y, por ende, los centros de Educación Especial deben seguir dando respuestas a todos aquellos que, por desgracia, tienen patologías bastante incompatibles con un centro ordinario.
En mi colegio, de alrededor de 1.100 alumnos y alumnas matriculados, el 10% forma parte del censo de alumnado con NEAE de la Junta de Andalucía, lo que nos da una media de más de dos alumnos de NEAE por aula. Es cierto que contamos con medios personales para darles la atención que necesitan, que es lo que pretende en su base la LOMLOE, pero la inclusión no es solo cuestión de medios, prioriza la actitud.
En un Claustro de Profesores, me atreví a decir que el alumnado de nuestro colegio, por el hecho de vivenciar la inclusión educativa, les hacía tener una estrellita especial en sus vidas y que, se dedicasen a lo que se dedicasen en el futuro, esa estrellita les haría personas especiales. Y aunque estaba totalmente convencido de aquella afirmación, no podía demostrarla empíricamente. Ese guante lo recogió mi compañero y amigo Pablo Morilla que, al escuchar aquello, decidió demostrarlo (¡y vaya si lo demostró!), a través de su tesis doctoral: “Beneficios de la educación inclusiva. Implicaciones desde una perspectiva personal y social”. Matrícula de Honor, Cum Laude, con mención internacional. Nada más que añadir al respecto.
Sé que, para muchas familias, que en la clase de su “maravilloso y perfecto” hijo/a haya un compañero/a con una discapacidad, le va a provocar un retraso en la adquisición de contenidos imprescindibles para su vida, ya que su docente tendrá que prestarles más atención, y si hay más de uno, ¡hecatombe educativa! Por desgracia, también sé de docentes y de centros educativos que “creen” en la inclusión, pero a su manera. Es triste, pero es real. En defensa de la inclusión, podría darles miles de referencias, anécdotas o momentos inolvidables en que la inclusión educativa ha hecho crecer a nivel personal, a todos los que la hemos vivido. Eso nos forja como las personas que somos: libres, empáticas y solidarias, justo los valores necesarios para una sociedad justa e igualitaria para el siglo XXI.
Permítanme la expresión, aunque quizás les parezca un tanto soez: “La inclusión se mama”. Es algo que, como los valores básicos de educación y respeto, vienen de casa, se tienen que inculcar, potenciar y defender desde la cuna. Así pues, el compromiso de toda la Comunidad Educativa es imprescindible para hablar realmente de inclusión. Con todas estas experiencias y creencias personales que les acabo de contar, les lanzo una pregunta para que reflexionen: ¿será la Ley Celaá un éxito o un fracaso rotundo con relación a la educación inclusiva y los centros de Educación Especial? Desde abajo, desde cada uno de nuestros hogares, podemos hacer mucho al respecto.