¡Voilá!, ¡la Ley Celaá!
Hace tres años, fui nominado al galardón a mejor maestro de España. El periódico IDEAL se hizo eco de aquello y, en la entrevista que me hicieron, dije que no creía que fuese merecedor del premio y que lo que en realidad el auténtico premio, sería una Ley Educativa de consenso.
Desde que empezó la democracia, hemos convivido con ocho leyes educativas (contando con la futura aprobación de la Ley Celáa), las cuales, tenían la maravillosa la dotación económica para desarrollarla, consistente en dinero para comprar tizas y borradores. Todas estas leyes, se han desarrollado a golpe de urna, es decir, en función del ideario del partido político en cuestión que tuviera el poder. A cada cambio de Gobierno, un cambio en las prioridades educativas, imperando en todas ellas, la ley del péndulo.
Nuestro sistema educativo tiene muchos agujeros. Es como ese camino de tierra por el que circulan, además de los runners, todo tipo de vehículos, desde bicicletas a pesados vehículos agrícolas. El día que lo inauguran, parece una maravilla. Poco después se va llenando de agujeros y barrizales difíciles de superar. Nos instan a llegar lo más rápidamente posible al final, pero los socavones lo impiden. Ante esto, tanto el Ministerio como las Comunidades Autónomas, aprueban medidas para tapar los profundos agujeros con un poco de arena en vez de tratar de allanarlo y asfaltarlo. La LOMLOE es más de lo mismo.
En el Ministerio han visto oportuno diseñar una nueva ley parcial y, una vez más, sin el más mínimo consenso entre todos los grupos políticos y, por supuesto, sin haber contado con la opinión de quienes la ponemos en práctica ni tampoco a las familias del alumnado. Ningún agente educativo ha sido consultado. Y así, como el truco de un mal mago al que se le ven las costuras, aparece la “Ley Celáa”, que viene a tratar de construir sobre los escombros que quedan de la ruina que es la “Ley Wert”, y sin planos para un proyecto de futuro. Siguen siendo leyes que se autoinmolarán cuando las urnas así lo decidan. ¡Voilà!
Debo reconocer que aún estoy estudiándome los pormenores de la nueva ley. Si hiciese un juicio en profundidad de la misma, os estaría engañando y lo dejaré, con vuestro permiso, para otra ocasión. Aun así, ésto no me quita la certeza que urge un mínimo de estabilidad en cuanto a la normativa, contenidos, asignaturas y criterios de evaluación se refiere. No creo que pidamos demasiado. Una ley que no cambie cada tres o cuatro años, ya que, a cada cambio legislativo, tenemos que completar tanta “educracia” (palabro inventado para resumir la cantidad de papeleo burocrático que tenemos que realizar) que nos impide centrarnos en lo que realmente importa, el aula, nuestro alumnado y sus familias.
Mientras la sociedad se hunde económica y moralmente en la pandemia coronavírica, y sin aportar las medidas suficientes que garanticen el desarrollo en condiciones de seguridad de la actividad docente, con nocturnidad y alevosía, el Gobierno aprobará la LOMLOE. Una ley más. Una ley menos.
Por cierto, Juanma Moreno ha cerrado todos los establecimientos y comercios no esenciales y ha restringido tanto la movilidad y el cupo de reunión. En los colegios, seguimos igual, aforo completo y sin las medidas de distanciamiento que ellos mismos proponen. Ya les avisé que iban a suspender el examen aun sabiendo las preguntas…