Votando al enemigo

Aunque llevan una década y pico mostrando fauces y garras sin recato, el llamado “decreto ómnibus” ha servido para mejorar la vida de la gente y poner de manifiesto dos detalles al respecto del Partido Popular: eliminar dudas sobre la mediocre talla política del bluf Feijóo y certificar que las derechas radicales sólo defienden los intereses de las élites económicas y empresariales. Y también para mostrar la naturaleza mezquina, populista y manipuladora de la derecha radical y sus bulos y desinformación voceados por sus medios y redes sociales.

El NO del PP, Puigdemont y Vox al decreto en un par de días mutó a un SÍ del PP y Junts. De la mafia de Abascal no cabe esperar más que su deseo de acabar con el Estado del bienestar, socavar la Democracia y jalear la imposición de aranceles al mundo, también al campo y las empresas españolas, por la desgracia que gobierna en EE.UU. De no ser por la toxicidad informativa, el analfabetismo político y el académico, no habría explicación para el sindiós de Galicia, Madrid, Valencia, Andalucía o Extremadura que amenaza a toda España.

Cuesta pensar en pensionistas que votan a quienes congelan o impiden que se revaloricen sus pensiones, a quienes han hecho de su atención y sus cuidados un negocio rentable para concesionarias privadas y fondos buitre, a quienes acosan y persiguen a las personas migrantes que los pasean y acompañan por cuatro perras porque sus hijos e hijas priorizan, en ocasiones, la atención a sus mascotas. Cuesta trabajo, pero debe haberlos y haberlas cuando las políticas de las derechas reciben un respaldo tan mayoritario en las elecciones.

Cuesta trabajo imaginar a mujeres cuyos votos alimentan al machismo y a la misoginia, al negacionismo de la violencia practicada por maltratadores y asesinos de mujeres, a quienes amparan a jueces y juezas que revictimizan a las víctimas femeninas, a quienes legislan para que las mujeres cobren menos por el mismo trabajo que los hombres, a quienes ríen la gracia a las manadas de imberbes violadores. Cuesta trabajo, pero debe haberlas, muchas, cuando las políticas de las derechas reciben un respaldo tan mayoritario en las elecciones.

Se hace cuesta arriba pensar en personas trabajadoras que votan contra la dignidad de sus empleos, que prefieren a quienes están en contra de toda subida salarial, contra las horas extras voluntarias y remuneradas, contra los contratos y las condiciones que protegen a quienes acopian la riqueza siempre mal distribuida, contra la conciliación o la gestación sin penalizar con el despido preventivo. Cuesta trabajo, pero debe ser numerosa la especie cuando las políticas de las derechas reciben un respaldo tan mayoritario en las elecciones.

Es inconcebible pensar que existan gais, lesbianas, transexuales y bisexuales que votan a ideologías que los señalan para que las jaurías los acosen y apaleen, a quienes siembran odio contra toda forma de diversidad afectiva y sexual que contradiga la Biblia, a quienes construyen armarios donde esconder lo que sus sucios ojos se niegan a ver, a quienes proponen terapias de reconversión sexual. Cuesta trabajo, pero debe haberles en cantidad cuando las políticas de las derechas reciben un respaldo tan mayoritario en las elecciones.

Quién iba a imaginar que la ciudadanía votaría a quienes destrozan la Sanidad y la dejan en manos de empresas privadas de dudosa ética hipocrática, a quienes eliminan poco a poco la Escuela pública para engordar a empresas adoctrinadoras y chiringuitos que venden titulaciones y másteres, a quienes hacen de la Dependencia una suerte de corredor de la muerte donde muere gente sin ser valorada. Cuesta trabajo, pero debe haberlos y haberlas cuando las políticas de las derechas reciben un respaldo tan mayoritario en las elecciones.

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