¿Y si el clima es la lucha final?
Las y los jovencísimos activistas de “Fridays For Future” acaban de lanzar la convocatoria de la primera huelga general global de la historia. La fecha elegida es el próximo 27 de septiembre, una semana después de la huelga estudiantil del día 20. Exigen a gobiernos de todo el mundo acciones inmediatas para frenar el cambio climático.
El tiempo se ha acabado y ninguna de las iniciativas puestas en marcha hasta ahora ha servido. Ni el protocolo de Kyoto, ni el acuerdo de París, ni los objetivos del milenio o las sucesivas estrategias 2000, 2020 o 2030 de la Unión Europea han alcanzado el impacto necesario. No solo no se está frenando la emisión de gases de efecto invernadero, sino que las emisiones siguen creciendo: un 2,7% en 2018 a nivel global y en España, muy por encima de la media, cerca de un 4%.
La concentración de CO2 en la atmósfera el día que escribo este artículo sobrepasa las 415 partes por millón, es decir, 100 puntos más que la alcanzada durante aquellos episodios de la historia de nuestro planeta en la que el calentamiento provocó la extinción de cientos de especies. El cambio ya ha empezado y los informes de la Comisión Europea nos hablan de pérdida de rendimientos agrícolas, de deterioro de todos los destinos turísticos del Sur de Europa, de desertización irreversible y conflictos por el agua, de incremento de la polución urbana y de encarecimiento y escasez de energía.
La elección es entre una transición ecológica ordenada y el colapso ecológico fuera de control. En el primer caso, podremos garantizar unos niveles de bienestar aceptables para el conjunto de la población. No será facil y requerirá cambios culturales, económicos y sociales de calado. Cambios en el consumo, en la organización de las ciudades, en los horarios laborales y en nuestra forma de relacionarnos con los bienes. El segundo caso, que es al que nos llevan nuestros dirigentes, es un escenario de sufrimiento equiparable al de una guerra para la mayoría de la población, especialmente los sectores más pobres: carestía y escasez de alimentos, migraciones masivas, enfermedades contagiosas, inseguridad y conflictos bélicos por los recursos. Un sufrimiento del que solo podrá escapar el menguante grupo de aquellos con capacidad económica para aislarse en entornos confortables, protegidos, aclimatados y bien abastecidos.
Por eso mismo, el cambio climático tiene también una lectura de clase evidente: porque a corto plazo son los puestos de trabajo en la agricultura o el turismo los que se ven más amenazados y porque a largo plazo, serán nuestras hijas e hijos, los de la clase trabajadora, los que llevarán la peor parte en la distopía post cambio climático. Nada más coherente, por tanto, que un llamamiento a la Huelga General. La lógica del sistema económico capitalista en su fase corporativa es, por su propia naturaleza, cortoplacista y solo reaccionará ante pérdidas económicas actuales. La huelga es el mensaje adecuado: o se adopta un sistema productivo que respete el planeta o paramos el sistema.
Pero este llamamiento a una Huelga General, principal institución de la lucha de clases, no puede tener éxito si no cuenta con una amplia base social que lo respalde y, desde luego, con la imprescindible colaboración de las organizaciones sindicales. Máxime en un país como España, donde esa capacidad la tienen reconocida y reservada legalmente los sindicatos.
La Huelga General por el clima debe ser un éxito. Es necesario. Urge que las compañeras y compañeros de “Fridays For Future”, a quienes admiramos, convoquen a la amplia red de organizaciones sociales, políticas y sindicales que deben ponerse a su disposición para organizarla. Deben ganar la complicidad de las organizaciones sindicales y, desde luego, estas deben estar a la altura del momento histórico y tener el “olfato” de convocar la huelga. No poniéndose al frente ni tomando el protagonismo, sino como herramienta a disposición de este movimiento. Ellas y ellos han sido capaces de lanzar la lucha para salvar el planeta. Pongámonos a su disposición.
Muy bonito, pero acabamos de pasar un ciclo electoral donde el partido verde en España ha sido respaldado solo por un 0,5 % en las municipales (con el ataque en Granada, por cierto, de medios digitales como este), mientras ninguno de los otros partidos siquiera huele de lejos propuestas para mitigar el calentamiento global más allá del puro postureo. Es lo que hay y las leyes se cambian desde las instituciones, no con huelgas generales. O se vota verde o ajo y agua. Cuatro años más perdidos en España y Granada respecto a la ola verde que recorre Europa.